A ese sauce le tengo miedo.
No se lo dije a nadie, pero de siempre le tengo terror.
No lo miré mas que de reojo, porque encima siempre me está mirando.
Lo que pasa es que está loco, o engualichado;
y el pobre lo sabe,
lo sabe pero no puede hacer nada.
Ahí, con los pies enterrados hasta el centro de la tierra,
de tan viejo, tanto le crecieron.
Ya sabe que no se puede ni mover.
Entonces se reveló.
Ya no come, no quiere ni una gota de agua.
Se secó por dentro.
Ahora lo habitan insectos, nidos de bichos mutantes,
que primero son gusanos y después moscas.
Él deja que se alimenten de su carne, brinda su sabia.
Lo vacían.
Y así, se va yendo, disimulado.
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